Vinos de Madeira: un vino de gran lujo para Navidad

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Poco a poco el final de año se nos viene encima y con él las ansias tradicionales de compartir, comer y beber cosas excelentes, únicas. Por supuesto que los champañas y grandes cavas cubren una parte de este gusto, pero muchos quieren que la cena de Nochebuena y la comida de Navidad entren en el ámbito de lo inolvidable. Quieren algo que, sin caer en la horterada de que sea muy caro debido al marketing y la especulación, sea muy lujoso.

Pienso que un vino lujoso sea, antes que nada, un vino único, con una historia y un origen que, al tiempo que particulares, sean grandes, vayan más allá de la saga familiar. Además, un vino lujoso debe ser complejo, y requerir una cierta preparación y experiencia por la parte de sus “disfrutadores” para ser plenamente apreciado como se merece en la degustación. El consumidor poco avezado se encontrará sorprendido ante estos vinos, y muy probablemente interesado en aprender más.

El vino de lujo tiene por fuerza que ser raro, de producción limitada y, sobre todo, no se debe poder encontrar en un supermercado. Y finalmente tiene que tener una edad. No hay lujo más grande que el tiempo. La humanidad es capaz de inventar dinero, de encontrar nuevos espacios y crear bellas historias, pero no de multiplicar el tiempo. Degustar un vino viejo tiene esa mística de beberse el tiempo, de ser algo irrepetible, que es quizá una de las sofisticaciones más atractivas. El gran vino es una obra de arte que se destruye cuando se aprecia. Es por ello que el gran vino se comparte. No es fácil encontrar un placer intelectual superior al de compartir una botella de vino que nos ha estado esperando desde antes que naciéramos.

Viñedo en la isla de Madeira con el Oceáno Atlántico al fondo

No incluyo el precio en la definición del lujo. Evidentemente, un vino con las características que he mencionado no se vende barato, pero tampoco tiene por qué ser una ruina. El precio real del vino, para el que lo bebe, es el coste del placer dado. Dos copas de vino no dan el doble de gusto que una. Muy probablemente, el que se beba una botella entera tendrá menos placer que el que se beba dos copitas. Y además estamos en tiempos que el lujo se debe definir en la calidad más que en la cantidad. Un vino de lujo que se pueda apreciar plenamente en copitas y que, además, si no se ha bebido toda la botella, no se estropee, es un maná.

Lo han adivinado, la categoría de vinos que se corresponde con estas definiciones es la de los vinos de licor más grandes. Pero, ¡cuidado!, que son muy pocos. Otro día les hablaré de esas maravillas que se hacen en Jerez, hoy quisiera mencionar Madeira.

Es muy difícil encontrar vinos más complejos y lujosos que los grandes de Madeira. Estos vinos vienen de una isla cuyo nombre ya nos hace soñar. Pero, además, los que amamos la historia encontramos vino de Madeira junto a grandes nombres: Washington firmando la Declaración de Independencia de Estados Unidos, Napoleón encontrando su último placer allá en Santa Elena.  

Los mejores madeiras son viejos, a veces muy viejos. Un buen amigo belga me habla desde hace un tiempo de organizar una degustación de grandes vinos de Madeira que cubra cuatro siglos. Es una broma suya, que espero vivir suficientemente para que se haga realidad, porque el gran vino del cuarto siglo, el siglo XXI, no está todavía listo. Las mejores frasqueiras de este siglo comenzarán a dar algo interesante a partir del 2025 o 2030, no antes. En cuanto al primer siglo, los afortunados que han probado las añadas 1787 o 1790 declaran haberlas encontrados en plena forma. He podido degustar algún madeira del XIX, y les aseguro que no tengo la menor duda que esos vinos pueden ser guardados por siglos. Algunos amigos me consultan sobre qué vino comprar que sea del año de alguien que quieren homenajear, y que además esté bueno. Si es persona de edad, no lo duden, un gran madeira. 

Botellas de la bodega Oliveiras, con diferentes vinos producidos con diferentes tipos de uva.    

Los grandes vinos de Madeira son una fiesta para los sentidos. Requieren, como la gran obra de arte que son, mucha concentración. Uno debe ir al vino en lugar de esperar que el vino venga a ti. Me explico, muchos vinos trabajan la primera imagen, con bellas maderas, frutos resplandecientes, colores impresionantes y gran densidad tánica. El verdadero gran vino se construye sobre el equilibrio y la complejidad, y necesita aprenderse. Por eso no me interesan esas historias de simplificar y banalizar el vino para incrementar el consumo. Pienso que el verdadero lujo se merece como resultado de una búsqueda y no tiene nada que ver con la grosería del placer que se comprende sin dedicación.    

Una vez que has comprendido Madeira, te afeccionas y ya no te separas más. Son vinos de nariz oxidativa, con muchos frutos secos, como nuestros olorosos y palo cortados, que se distinguen en boca por una acidez muy superior a la de los jereces, y unos finales eternos, abiertos y complejos.  Los más grandes se estructuran alrededor de cuatro variedades de uva, cada una de ellas definiendo un estilo y un grado de dulzor. Los más dulces son los malmsey o malvazia, los semi-dulces son boal o bual, los semi-secos verdelho, y el más seco es el sercial. Una quinta variedad, la terrantez, es próxima al verdelho en dulzor, pero rarísima de encontrar. Si no se indica ninguno de estos nombres en la etiqueta, lo más probable es que el vino sea hecho a partir de la negra mole, la variedad de uva más común en la isla, con un potencial cualitativo bueno, pero inferior al de las otras cinco. 

Los madeiras construyen su identidad olfativa a partir de una oxidación perfectamente controlada. En estos vinos, no hay aromas frutales frescos o herbáceos, sino una expresión compleja de tonos especiados y tostados, de muchos frutos secos, almendras y nueces, de cuero viejo, tabaco, café,…Muchos madeiras recuerdan en nariz a nuestros palo cortados y olorosos.  En boca, el madeira es vigoroso porque tiene alcohol añadido hasta 20%, pero se nota menos que en otros vinos comparables porque presenta una acidez absolutamente única, que le da una gran vivacidad. Esta acidez hace al madeira algo totalmente diferente de cualquier otro gran vino de licor. Los madeiras más grandes se descubren en el final de boca, poderoso, abierto, muy largo, que invita a la meditación.

Permítanme insistir sobre un punto fundamental en la degustación de vinos, y absolutamente necesario para el madeira. La degustación no termina cuando se ha ingerido el vino. Los mejores vinos del mundo se distinguen por el recuerdo que dejan. No tengan prisa en comentar un gran vino, dense el gusto de escuchar su propio cuerpo mientras intentan atrapar el recuerdo de un gran vino, que así lo entenderán mucho mejor.

El madeira va estupendo con el queso, los más dulces con los quesos azules como el cabrales, los más secos con quesos de pasta blanda como el brie. Un boal o malmsey con un postre de chocolate hace maravillas. Un buen cafecito y una copita de madeira son buenos compañeros también. Yo, la verdad, tomo madeira en lugar del postre y, sobre todo, como vino de reflexión o de conversación sosegada. Aprovecho además una ventaja única del madeira. Una vez que has abierto la botella, el vino aguanta sin estropearse durante una semana, y los mejores durante dos o tres meses. Con lo cual, esa botellita que abrirá en diciembre le podrá hacer pasar buenos ratos hasta febrero….  

Botellas de la bodega Blandy´s. Una de las recomendaciones de Pedro Ballesteros

Hay vino de Madeira para todos los bolsillos, pero hay muy poco Madeira de gran calidad. No se gasten en buscar en los supermercados, no hay más que un vino de Madeira para cocinar, que es indigno de su nombre. Los grandes madeiras se encuentran solamente con los mejores especialistas. Respecto a precios, un gran 1899 o 1945 cuesta varios centenares de euros (y los vale). Los vintage son en general los vinos más caros, porque son los de más calidad y deben ser envejecidos durante al menos veinte años. Los colheitas les siguen en precio y luego hay otra categoría de vinos, los 5, 10 o 15 years-old, que son de gran calidad y cuestan entre 30€ y 50€.  Por debajo de esto no encuentro nada interesante.

En cuanto a productores y vinos concretos, les doy algunos ejemplos en todas las categorías de precios que he catado este año, que espero que se puedan encontrar en España. El Sercial 15-years-old de Justino es una buena carta de entrada a los vinos secos de Madeira, a un precio muy democrático. El Sercial 1989 de Pereira D’Oliveira es profundo, elegante, complejo, muy seco. Algo más dulce, el Verdelho 10-years-old de Blandy’s es un madeira clásico, equilibrado y poderoso, otra buena introducción al buen madeira. También de Blandy’s, el Verdelho Colheita 2000 es un punto más suave y complejo, más integrado. El Henriques & Henriques de 15 años de edad y el Colheita 1981 de Pereira D’Oliveira son vinos decididamente más largos en el recuerdo, mis favoritos en esta categoría.

Los vinos de boal me sorprenden siempre por la combinación única de abundante azúcar residual y acidez fresca y nerviosa. En otro estilo, sólo los grandes riesling alemanes son capaces de encontrar esos equilibrios. Con los boal me dejo bastante dinero, pero el placer enorme que dan vinos como los Boal 1968 (grandísimo) o 1984 de Pereira D’Oliveira, el frasqueira 1982 de Barbeito, o el vintage 1960 de Blandy’s (emocionante). Son inolvidables, por la potencia de su ataque y la finura de sus finales.    

Los Terrantez de Justino son unos de los vinos preferidos de Pedro Ballesteros MW

Termino mencionando el Terrantez, excepcionalmente raro, pero que vale la pena de encontrar. Pero hablamos de lujo y exclusividad, y este vino las merece. El Terrantez 1976 de Blandy’s es probablemente uno de los mejores madeiras de fin de siglo, inusitadamente complejo, muy rico de expresión. Sus aromas de flores y frutos secos, de especia dulce, de hoja de tabaco, se repiten en el paladar durante minutos.

Espero que esta propuesta de vinos lujosos les haya interesado y, sobre todo, que pasen unas fiestas muy alegres, que con alegría los lujos y los vinos valen más la pena. 

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