Vinos de Chile. Cruzando la cordillera
Productor de los llamados del Nuevo Mundo, Chile tiene una relación con sus vinos ágil, alegre, novedosa y con menos peso histórico que la Vieja Europa. Los chilenos saben que el vino por sí solo no es suficiente, y que la viticultura como su nombre indica, es cultura. Y cultura es todo lo que nos rodea.
En Chile, la biodinámica lejos de ser una especie de marketing mezclado con dosis de brujería, es lógicamente un valor de cambio, ya que se considera que la tierra debe ser cultivada con la menor intervención de fitosanitarios, abonos de síntesis, etc. Esta realidad que ahora en España empieza a parecer loable –por fin- tras haber pasado años descuidando uno de nuestros grandes tesoros llamado viñedo, en ese lejano país largo y estrecho como un menú de restaurante de lujo, es un hecho consustancial para los agricultores. Cuentan –que todo hay que decirlo- con una gran ventaja, en Chile son escasas las plagas y enfermedades pero… nada es perfecto, tienen cada equis años, sus inevitables terremotos que, felizmente, la Vieja Europa no acostumbra a conjugar en su gramática agrícola, ni felizmente tampoco, en su gramática parda.
Es destacable asimismo el hecho de que las mejores bodegas del país, adquieren compromisos de responsabilidad social ya sea con los mapuches, raza indígena valiente y aguerrida que tantos problemas causó al conquistador Pedro de Valdivia, cuya comunidad sigue reclamando tierras y derecho a vivir según sus costumbres ancestrales; o con la investigación profunda para recuperar y aislar las variedades que allí llegaron, sin duda, desde España; o simplemente y llanamente con el "comercio justo".
La Vieja Europa mira con recelo, por razones de competencia en muchos casos, y en otros con una cierta dosis de ninguneo por su escaso “pedigree”, a estos vinos del llamado Nuevo Mundo. Pero ellos cada vez tienen más presencia –no en España, pero sí en los EEUU, Alemania, Paises Nórdicos… y son frescos y descaradamente libres, carecen de esos prejuicios derivados del peso de la historia de nuestros vinos.
Espinoza y las leyes del cosmos
Alvaro Espinoza tiene una “e” en su apellido que le diferencia del gran filósofo del siglo XVII, Spinoza, pero sus pensamientos coinciden, salvando las distancias. Para Álvaro, que está considerado como el padre de la biodinámica en estas tierras y en otras muchas más - es como el Nicolas Joly de la América Latina- la forma correcta de entender a las cepas es entendiendo las leyes del “Cosmos”, expresión totalmente spinozista, porque estoy segura que para Álvaro -como para el gran filósofo- lo más importante, la “sustancia divina infinita”, es la Naturaleza (la Deus sive natura, si me permiten la pedantería). Por eso en su diminuta bodega garaje y en sus siete hectáreas, las alpacas viven cuidadas por las gallinas, por ejemplo, que resultan ser excelentes cuidadoras y compañeras de las alpacas, y éstas a su vez, producen unos excrementos de extraordinaria calidad!!! amén de los caballos, los almendros, los cultivos de cobertura, los compostajes y las preparaciones biodinámicas como el preparado 500, guano (excremento) de vaca en cachos (cuernos) de vaca, enterrados en el equinoccio de otoño.
Se desentierran en el equinoccio de primavera, se diluye el contenido del cuerno en agua y se “riega” en una proporción de 50 gramos por 70 litros/ha. Refuerza la vida de la tierra, incentiva los procesos de crecimiento la división celular, el vigor… o sea, todos los procesos que ocurren en invierno y primavera. Y cuando llega el otoño, se desentierra, y su contenido se diluye sobre el viñedo. Se relaciona con las fuerzas del cosmos, los procesos reproductivos del vegetal y la maduración, cuando el sol domina la naturaleza.
Y esto no es cosa de brujos, sino de enólogo comprometido que brilla no sólo en su país, sino por gran parte del mundo, ya que es una verdadera autoridad en la materia. Y así nacieron Antiyal - hijo del sol- y Kuyen –luna- sus dos hijos tintos biodinámicos que elabora en su pequeña bodega, casi de juguete, en parajes cercanos a Santiago de Chile, en el Ato Maipo.
Terroir hunter
T.H. son las iniciales que sirven de marca para una línea de vinos “premium” de una de las bodegas más fuertes del país (la de Espinoza, como es fácil deducir por el extremo cuidado bajo las reglas de la biodinámica, no puede tener una gran producción de botellas). Estamos hablando de Undurraga en pleno corazón del valle de Maipo. Es una de las bodegas centenarias de Chile y la nueva propiedad de la misma, apuesta claramente por el terroir. Ha contratado a un gran enólogo chileno para que “caze” lo mejor de cada trozo de tierra para que exprese lo mejor de sí misma, Cazadores de terroir (terroir hunter) que no de cabezas… ya saben de lo que les hablo, de los famosos head hunter. Por fin empezamos a comprender que la gran singularidad está en la tierra, que es a la que hay dedicar gran parte de los cuidados, tanto como a la de sus indígenas.
Para ello, la misma bodega ha creado la ONG Aliwen Reserva, dedicada a proporcionar todo tipo de educación a los jóvenes mapuches, los auténticos indígenas chilenos. El aliwen es el árbol sagrado de los mapuches y está lleno de simbología y significados. En los bellísimos jardines que rodean la bodega encontramos representaciones sagradas de los mapuches como los rehues, altares para sus ceremonias antiguas oficiadas por chamanes, y enormes chamamülls, grandes estatuas de madera que representan al hombre y a la mujer, que se utilizaban como símbolos funerarios sobre los enterramientos mapuches.
Terremoto y precio justo
En Curicó, a más de 200 kilómetros de Santiago, encontramos otra de las grandes bodegas chilenas, ésta con eñe de España: Torres Chile, regentada por el hijo del actual presidente de este gran emporio vitivinícola catalán Tras solventar los desastres causado por el último terremoto, se ha comprometido totalmente con el fair trade (comercio justo), con la tierra y con la recuperación de variedades, como la famosa carménère, que durante años se consideró como merlot chileno, y sobre todo, con la llamada uva país, cepa criolla de poco color y muy adaptada por estas tierras, con las que acaba de elaborar un espumoso de gran calidad, método tradicional, Santa Digna Estelado Rosé, que está teniendo un éxito arrollador.
Según me cuenta Miguel, esta cepa país no es otra que la listán negra, tan canaria ella, que en el norte del continente americano recibe el nombre de misión. La Universidad de Talca y Miguel Torres Chile crearon la FIA, Fundación para la Innovación Agraria con el objetivo de estudiar e incentivar a esta vinífera criolla olvidada y denostada tras la llegada de las cepas francesas, que bien podemos decir que invadieron enológicamente al país.
Entre la gran cantidad de marcas que Torres Chile comercializa, destacamos la línea Santa Digna, la de mayor volumen y presencia, que es la que está implícitamente unida al Trade Fair, con certificación oficial que implica que se ha pagado un precio justo por la uva para permitir el desarrollo del agricultor, que se han otorgado condiciones laborales dignas a los trabajadores y que se han tomado medidas de preservación medioambietal. Los trabajadores reciben una prima que corresponde al 5% del valor del costo de la materia prima más el 5% del costo de la mano de obra directa, que se deposita directamente en una cuenta corriente constituida por ellos.
Otra muestra de la implicación con el medio ambiente la tenemos en su nueva línea de vinos Las Mulas, 100% viticultura orgánica, en el viñedo de San Luis de Alicó, donde gansos y gallinas viven libremente y fertilizan la tierra, y donde Rufina, la mula estrella, es la protagonista. Da coces, es rebelde, pero trabajadora infatigable. Buena “gente”.
Fina sangre, vinos finos
De las mulas a los caballos. En Pirque, Valle del Maipo, esta vez a escasos kilómetros de Santiago, se encuentra una extraordinaria bodega sita en un paraje de espectacular belleza, y construida en forma de herradura, Haras de Pirque. Comparte la elaboración de grandes vinos con la cría de los mejores caballos pura sangre del país. En Chile les llaman fina sangre. 600 hectáreas que ascienden suavemente por el cordón transversal de la Cordillera de los Andes, con su hipódromo y sus pistas de entrenamiento, parte de las cuales, de las hectáreas, se plantaron con viñedo en 1992. Sin lugar a dudas, los abonos orgánicos aquí no hay que buscarlos fuera, la cantidad de caballos que en la propiedad existen –varios sementales, 30 caballos y cerca de 200 yeguas y potrillos- se ocupan del suministro diario de los mismos. En Haras de Quirce encontramos asimismo una interesantísima colección de carruajes antiguos.
Indígenas mapuches, “oenegés”, comercio justo, caballos pura sangre, aliwanes, sol, luna, biodinámica, cultura, compromiso social, investigación, recuperación de uvas perdidas…
Es sólo un pequeño ejemplo de lo que puede dar de sí el vino, más allá de una buena copa.