Vino en la isla del fuego. El vino de Fogo

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Es probable que la viña sea planta de origen tropical. La mayor parte de las especies salvajes de viñas se encuentran en esas zonas. La viña goza con el calor, que le estimula a desarrollarse vegetativamente, a extenderse por el suelo o sobre cualquier apoyo que le permita recibir más luz. Al fin y al cabo es una liana, y tiende a confiar más en su propio crecimiento que en las incertidumbres de madurar frutos para generar individuos diferentes. Pero a nosotros nos interesa la viña como productora de uvas que a su vez resultan en vinos finos. Para ese uso la viña de los trópicos no nos sirve.

Las regiones clásicas de vino fino están en zonas templadas, donde la viña no puede crecer mucho vegetativamente (además los humanos hacemos de todo para impedírselo), por lo que concentra su energía vital en producir fruto. Los fríos invernales, las primaveras lluviosas, los veranos cálidos y secos y los otoños frescos permiten una lenta maduración de los racimos, condición inexcusable para la calidad. El trópico da lo contrario: temperaturas estables, mucha lluvia y poca variación estacional de las horas de sol. Además, no proporciona ningún descanso invernal a la vid, que puede dar dos o más cosechas al año.

Pero el gusto por el vino llevó a conquistadores y misioneros portugueses y españoles a plantar viña por todo el mundo. Mientras que los españoles están en el origen de la producción de vino en Cuba, Bolivia y Colombia, los portugueses llevaron ese prurito a India, Japón y, probablemente, Tailandia.

Hace algún tiempo tuve la suerte de visitar uno de esos sitios en los que uno no se espera encontrar vino y termina dedicando toda la visita a hablar de vino. Hablo de la isla de Fogo, una de las 9 islas principales del archipiélago de Cabo Verde. La isla se sitúa bien en el trópico, a 15° de latitud Norte, y a unos 300 km al Oeste de Senegal. Como su bello nombre sugiere, es isla de volcanes, en realidad es un gran volcán que tuvo varias erupciones, la última  de ellas, todavía caliente, en 1995.

Cuando llegaron los portugueses, Fogo estaba despoblada. Se pobló para aprovisionar las rutas del triste comercio de esclavos, y ya entonces surgió la necesidad que tenían portugueses y españoles de plantar viñas allá dónde iban. Como todos sabemos, cuando se asciende el clima se hace más fresco. En los trópicos, los problemas de la latitud se compensan parcialmente con la altura, y en Fogo no les falta altura: el Pico do Fogo se eleva a 2829 metros sobre le nivel  del mar. Después del Teide, es el pico más alto de la Macaronesia. Las viñas se sitúan en el Chã das Caldeiras, entre 1500 y 2000 metros de altitud. A esa altitud el viento puede ser terrible, pero en nuestro caso la mayoría del viñedo se encuentra protegido dentro del cráter del volcán. 

Hay sobre todo uva blanca, una moscatel que no creo que sea la de grano chico, pero no estoy seguro. Hay también tinta que, según los del lugar, es touriga, pero no creo que sea así, sino que usen el nombre touriga porque es portugués. De hecho, en algunas etiquetas aparece el nombre preta tradicional (preta es tinta). Por la estructura de los vinos, parece más una variedad como las listanes.

Paisaje en la isla de Fogo Las viñas son de una belleza espectacular. Nos encontramos con la viticultura desesperada que, sin tener la posibilidad de regar, permite la vida de la viña allí dónde se puede tomar un poco de agua con cierta regularidad. Los viñedos son irregulares, poco trabajados, de porte rastrero, de una rara estética. Las viñas son jóvenes porque, cúmulo de la desesperación, las viñas viejas desaparecieron en la lava ardiente de la erupción de 1995. 

La producción es mínima, unas 70 000 botellas al año de vino blanco y tinto, tanto dulce como seco en ambos casos. La calidad de los vinos es manifiestamente mejorable. Probé la mayor parte de los vinos de la isla, en algunos casos encontré problemas debidos a una vinificación defectuosa, acidez volátil, alguna contaminación bacteriana, uso poco experto de las barricas de madera,…. También bebí vinos disfrutables y, sobre todo, me llevé la impresión de que hay un bello potencial. Los problemas de vinificación son fácilmente resolubles, mientras que la originalidad de este viñedo es un gran activo. Los precios son amables, sobre los cinco euros por botella.

La bodega de los capuchinos Desde hace algunos años, un programa italiano de cooperación para el desarrollo ayudó a reconstituir, después de la erupción, la bodega cooperativa (marca Chã), con resultados aceptables. Hace pocos años, los capuchinos del Piemonte tuvieron la idea de crear un nuevo viñedo y una nueva bodega en la isla, con el objetivo primero de financiar con los beneficios la gestión de un hospital. Esta iniciativa se desarrolla  en una zona no expuesta a las erupciones, a menor altitud, y cuenta con el apoyo de enólogos italianos de prestigio. Viñedo y bodega operarán según las reglas del arte, con plantaciones de regadío que buscan una gran eficiencia en el uso del agua.

Elemento final a considerar: Cabo Verde se ha convertido desde hace unos años en un destino turístico relativamente importante. Hay vuelos directos a Ilha do Sal, donde se encuentran hoteles de las cadenas más importantes. Ilha do Fogo es menos visitada, porque sus playas son menos atractivas, pero su belleza natural debiera hacerla más interesante, al menos para hacer excursiones desde Sal. Y si además les gusta el vino, pienso que Fogo sea un destino indiscutible para gozarse las vacaciones y volver con un buen recuerdo líquido.

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