Marqués de Murrieta, de château a castillo del siglo XXI
La emblemática bodega riojana sigue creciendo a todos los niveles. La monumental obra que se ha llevado a cabo durante ocho años la consolida como una verdadera catedral del vino en el más amplio sentido de la palabra. La reconstrucción del Castillo de Ygay, piedra a piedra, en el mismo lugar en el que estuvo desde finales del siglo XIX, no conoce parangón en la arquitectura enológica.
Los canteros gallegos tomaron Logroño durante una larga temporada. Había que acometer la gran obra de la enología española. Volver a poner en pie, y en su mismo lugar, al famoso Castillo de Ygay, construido por Don Luciano de Murrieta a finales de los años setenta del siglo XIX. Previamente, se desmontó piedra a piedra y se ha vuelto a reconstruir, tal como estaba. Una obra que ha durado ocho largos años y que ha costado 14 millones de euros. Una recuperación verdaderamente arqueológica.
He conocido Murrieta desde que los antiguos propietarios, los descendientes del marqués de Murrieta, lo vendieron en 1983 a otro noble, el Conde de Creixell, con título de origen catalán y con claras raíces gallegas: Vicente Cebrián Sagarriga. La siguiente visita, concretamente en el año 1987, marcó para mí la foto fija de toda esta película fantástica con las sucesivas ampliaciones acometidas por el nuevo propietario, el inquieto y visionario empresario Vicente Cebrián prematuramente fallecido sin haber cumplido los 50 años. Si pudiera contemplar la gran obra que sus hijos han llevado a cabo, especialmente Vicente y Cristina, que son los que dirigen la bodega, se sentiría feliz y reiría de placer. Era un hombre risueño y alegre. Por tanto, contemplar actualmente Finca Ygay, con ojos que han visto el pasado, es francamente conmovedor e impresionante. Que algo cambie para que todo siga igual, diría Lampedusa. Pero en este caso, el “algo” ha sido bestial. Y no se nota. Todo sigue igual, sólo que con otra función.
En vida, Vicente acometió varias ampliaciones. Su hijo, terminó una nueva nave de elaboración, todas las obras armónicamente miméticas con el antiguo y original castillo. Siendo muy joven, Vicente hijo, actual conde de Creixell, tuvo que hacerse cargo del legado de su padre, y no se arredró. Le superó… que ya es difícil. Actualmente Bodegas Marqués de Murrieta, Finca Ygay, está conformada por una serie de armoniosas edificaciones que llaman la atención desde la autopista Logroño Zaragoza, que parte en dos la finca, y también se contempla desde el tren.
Otro de los cambios, solo perceptible para ojos que han visto el pasado, ha sido la transformación de la antigua casa familiar de Vicente Cebrián, donde vivía con su mujer y sus hijos, aún pequeños, a dos pasos del castillo de Ygay – su pasión por el vino y por el estilo bordelés hizo que se trasladara con su familia a vivir en la bodega, como siempre han hecho los propietarios de los châteaux bordeleses- en una espléndida tienda y centro de acogida.
La reconstrucción del castillo de Ygay
Se han respetado con cuidadoso esmero todos y cada uno de los elementos que configuraron esa primera bodega de elaboración, tras demolerla cuidadosamente. Se han recuperado tinos, prensa original, primitivas despalilladoras… ahora tienen una función ornamental en este bellísimo espacio, decorado a la perfección, donde el pasado y el presente se unen rindiendo homenaje a su gloriosa historia pasada y a su más glorioso aún, presente.
Los tinos originales de roble americano que funcionaron como tales desde 1901 a 1990, han vuelto a ocupar sus sitios, donde estaban, como estaban… elevados sobre el suelo para propiciar un fuego bajo sus maderas que calentaran el proceso de fermentación en el siempre frío, a veces gélido, paraje de Igay, muy cercano a Logroño, finca de 168 ha. con influencias climáticas, especialmente vientos, que Don Luciano de Murrieta adquirió en 1877.
No fue su primera bodega. Antes, desde 1852, ya elaboraba vinos según el modelo bordelés, hasta entonces desconocido en la zona y en toda España. Lo hacía en unos calados de la ciudad de Logroño, pertenecientes a la duquesa de la Victoria, esposa del general Espartero, que tanto tuvo que ver en la vida y obra del señor Murrieta, peruano de nacimiento, de padre español y de madre criolla. Tras casi 25 años elaborando en estos calados urbanos, adquirió Finca de Ygay, donde además de viñedo había – y hay- olivos centenarios. La finca tenía almazara propia, panales para producir miel, y plantaciones de lúpulo y leguminosas.
Construyó un château, al más puro estilo bordelés, y elaboró vinos que se llamaban, como no podía ser menos, Château de Ygay. Hasta 1910, año en el cual, Francia prohibió que la expresión château figurara en etiquetas de vinos españoles. Por tanto, la última cosecha con el nombre de Château de Ygay es la de 1094 y la siguiente, la de 1917, ya se llamaba Castillo de Ygay. Como sigue siendo. También sólo en los años de cosecha excelente.
Paradojas de la vida, Don Luciano Murrieta murió sin descendencia tras haberse dejado la piel para construir una casa cuna en la ciudad de Logroño en 1905, que funcionaba también como una especie de guardería pues integró a la mujer en el trabajo y cuidó que sus hijos pudieran ser atendidos mientras ellas trabajaban en la bodega, recuperando botellas, o en el campo, vendimiando. Sus obras sociales fueron parte del mérito por el que el rey Amadeo de Saboya le concedió el título de marqués de Murrieta.
Mover montañas
Bajo el Castillo ahora nuevamente puesto en pie, se encuentra el Sancta Sanctorum, con unas 75.000 botellas antiguas, desde la creación de la bodega. Estaban aquí, y aquí han vuelto, sólo que perfectamente ordenadas, en cuidados botelleros colocados en espacios perfectamente iluminados, diseñados con un meticulosidad y estética casi mística.
La sacristía, donde duermen las cosechas fundacionales casi no se ha tocado aparentemente. Parte de la bóveda ha tenido que construirse de nuevo y es curioso contemplar en la pared de sillería del fondo, la que se construyó en origen adosada a la montaña, la gran erosión que las aguas que se filtraban a través de la montaña, dejó impresa en las piedras.
Esta peligrosa humedad fue una de las razones por la que se decidieron a acometer este gran proyecto faraónico, y separar el castillo de la montaña. Cimentación nueva, movimiento de la tierra de la ladera para apartarla de la bodega, creación de una espacio libre, muy bien resuelto, entre la montaña trasera y el antiguo/ nuevo Castillo de Ygay… 6.000 toneladas de piedra se han movido. También bajo el nuevo/viejo Castillo de Ygay, en sala colindante a uno de los extraordinarios botelleros, una sala de barricas donde se cría el próximo Castillo de Ygay 2013, el único de su clase que está aún en barrica.
Siguiendo la máxima de su padre, Vicente Cebrián hijo dice que él está en esta vida para crear, no para esperar. Pero aún así tiene que esperar. Porque el respeto por el estilo Murrieta le obliga, de buen grado y sin la más mínima concesión a la demanda del mercado, a dejar que sus vinos tengan los años precisos.
Como expresa la enóloga María Vargas, responsable técnica de la bodega desde el año 2000, y a pesar de la total ausencia de Castillo de Ygay en el mercado, desde la cosecha de 2007, el próximo tendrá que seguir esperando. Educada en la época de los vinos de alta expresión, de autor, cuando llegó a Murrieta y descubrió la elegancia y el estilo de los Grandes Reservas, concretamente del Castillo de Ygay 1959, se le rompieron los esquemas y se quedó colgada de este tipo de vino. Su labor ha sido mantener el estilo de los Grandes Reservas Especiales otorgándole un origen único, uvas del Pago La Plana, el más alto de la finca, que actualmente tiene casi el doble de las hectáreas que en origen tenía.
Asimismo, quiso elaborar un blanco de pago, ya existía el Dorado y el Castillo de Ygay blancos, pero quería expresar un origen único y las excelentes y viejas viuras del Pago Capellanía se convirtieron en esta gran blanco que lleva su mismo nombre.
Dalmau, un gran empeño
Tras el repentino fallecimiento de Vicente Cebrián hace casi 20 años, en 1996, su jovencísimo hijo decidió sacar un nuevo vino para demostrar al mundo que Murrieta seguía más viva que nunca. Manteniendo sus míticas marcas, con su particular estilo, nació el Dalmau 1994 en el año 1998, María Vargas, cuando se hizo cargo de la dirección técnica, quiso dotar a este nuevo Dalmau de un cariz distinto, diferenciarlo de sus nobles hermanos sin quitarle un ápice de nobleza. Quería un vino de finca, en este caso de la parcela llamada Canajas. Es el único de la casa que lleva cabernet sauvignon, uva histórica en la finca pues se plantó parte del viñedo con esta vinífera en el año 1877. El modelo bordelés que Don Luciano de Murrieta implantó en Ygay en el siglo XIX, tenía que contar con ella por razones obvias
Tras 8 años de interminables y complicadas obras, Vicente Cebrián no parece haberse cansado de mover tierras y de nuevos proyectos. Está empezando a construir lo que será una nueva y gran planta de vinificación donde se podrán elaborar los cuatro vinos de la casa por separado Marqués de Murrieta, Dalmau, Castillo de Ygay y Capellanía. La bodega, siguiendo el estilo arquitectónico Murrieta, será de piedra, similar a las existentes. Tendremos canteros gallegos de nuevo en Logroño.
Por cierto, el Castillo de Ygay 1986 Blanco, está ya en el mercado. Es el primero que sale desde que el nuevo conde de Creixell dirige y preside la emblemática bodega. El próximo será el Castillo de Ygay Blanco 1994. Pero habrá que esperar.